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Dios con nosotros

El nombre Emanuel – Dios con nosotros – es una profunda y poderosa declaración del deseo de Dios de estar en íntima comunión con los seres humanos. El reto para nosotros es reconocer la presencia de Dios en todas las situaciones y circunstancias. Podemos dudar del amor de Dios en tiempos de dolor y trauma, pero encontramos consuelo, curación y fortaleza cuando somos capaces de experimentar el  “ser con nosotros” de Dios incluso en los tiempos dolorosos.

Y, cuando somos capaces de ayudar a los demás a reconocer y experimentar la presencia  y el amor de Dios en sus vidas, entonces nos convertimos verdaderamente en gente del Adviento.

La última semana de Adviento (Mateo 1: 18-25) antes de la celebración navideña se gira nuestra atención a la importancia del nombre dado en la profecía de Isaías, y atribuido a Jesús por Mateo – Emmanuel.

Esto refleja el anhelo intenso dentro de Dios por la unión íntima con la humanidad. Es un testamento al amor infalible e incondicional de Dios, y es reforzado por todas las lecturas de esta semana.

Isaías habla de una profecía que ofrece una señal del cuidado y disposición de Dios para proteger al pueblo de Dios de un rey que ha ignorado en gran medida la ley de Dios (Isaías 7: 10-16).

El Salmo ofrece una oración en la fe y la expectativa de que Dios cuida al pueblo de Dios y enviará a uno que los guíe y los libere (Salmos 80: 1-7 y 17-19).

Pablo celebra la Buena Noticia de la bondad de Dios y la pertenencia que encontramos en Dios por medio de Cristo (Romanos 1: 1-17).

Y, en una narrativa bastante emotiva, Mateo describe el amor y el cuidado de José por María, que se convierte en algo así como una metáfora del amor del Dios que está a punto de entrar físicamente en las experiencias humanas

En la escala de las cuestiones globales, el amor puede parecer completamente irrelevante. Cuando los gobiernos negocian, cuando las corporaciones planean, cuando los soldados marchan, o cuando los débiles y los pobres luchan por sobrevivir, ¿qué lugar hay para el amor? Sin embargo, Dios debe saber algo sobre el amor que no sabemos, ya que el amor es el único mandato que se nos ha dado como seguidores de Cristo.

Tal vez, si todos los seguidores de Cristo optan por actuar desde el amor en cualquier capacidad que podrán involucrarse en las estructuras sociales y políticas, ya sea por votar, ser voluntario, por peticionar, negociar, o comunicar con los líderes, tendrán un gran impacto en nuestro mundo. Tal política de amor inevitablemente afectaría de manera positiva las realidades económicas (la pobreza y la brecha entre los ricos y pobres), el cambio climático, los conflictos, el cuidado de la salud, las preocupaciones de inmigración y la xenofobia, la delincuencia, la explotación y el tráfico humano, porque ya no podíamos seguir sin intervenir en las luchas de nuestro mundo, y ya no podíamos elegir los métodos de conveniencia, dominancia y autoservicio en nuestras respuestas a las necesidades de nuestro mundo.

El desafío del Adviento esta semana es, para nosotros, seguir a Cristo por convertirnos – individualmente y juntos – al Immanuel en nuestro mundo roto. ¡La encarnación continúa a través de los cristianos si tomamos en serio la llamada de Cristo!

No es difícil discernir, en nuestras iglesias y comunidades, cómo debe ser elaborado la llamada a ser agentes de la presencia y amor de Dios. Dentro de nuestros propios grupos, son los simples actos de servicio, inclusión y gracia que fácilmente manifiestan el amor de Dios. En esta época del Adviento, una especial conciencia y cuidado de aquellos que tienen una necesidad significativa es un reflejo visible del cuidado de Dios. Las invitaciones a formar parte de los grupos pequeños y asistir en los eventos especiales de construcción comunitaria nos abren, junto con los que están en necesidad, a la presencia y amor de Dios. Más allá de los muros de la iglesia, la simple buena vecindad puede ser un reflejo muy efectivo del cuidado de Dios. Cualesquiera que sean las acciones reales que podamos optar por hacer, la clave para experimentar a Emmanuel nuevamente este Adviento, es ofrecernos a nosotros mismos ser “pequeños Emmanuel” de formas prácticas en nuestro propio mundo.

Que nuestra adoración rebase con la proclamación y la experiencia del amor siempre presente de Dios esta semana.

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