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Apuntes Pastorales: El Poder del Espíritu

Este domingo, al celebrar el poder del Espíritu en la iglesia, las Escrituras nos recuerdan que el Espíritu es un Espíritu social que nos lleva a la solidaridad entre nosotros, con todo el mundo y con todo su pueblo. El Espíritu hace más que hacer que los individuos se sientan bien o diferentes. El Espíritu rompe las barreras entre los pueblos. El Espíritu cambia el comportamiento y nos mueve a la comunidad. El Espíritu nos llama a la acción.

El Día de Pentecostés es una celebración que es rica y desafiante para los seguidores de Cristo, pero es fácil perderse el llamado transformador que ofrece.

En el Evangelio de Juan este llamado se abre cuando Jesús, les informa que ahora son enviados como él fue enviado. Aquí, está el llamado de abrirnos al Espíritu de Dios, ser empoderados y dotados, para que seamos enviados a traer la vida, la gracia y el perdón de Dios y el Espíritu del poder de Dios a todos.

Pentecostés, entonces, no es simplemente una experiencia que se puede disfrutar en algún tipo de euforia. Más bien, es un momento que cambia todo, en el que nuestras vidas están equipadas y marcadas para el Reino de Dios, y en las cuales nuestra búsqueda de seguir a Cristo es posible gracias al don del Espíritu. Las evidencias de una Iglesia de Pentecostés, entonces, no son tanto dones o experiencias particulares, sino la vida, la gracia y el servicio que la Iglesia aporta al mundo. Estamos llenos del Espíritu no por nosotros mismos, sino por el bien del mundo que Dios ama tanto.

En todos los lugares donde las personas están divididas, los seguidores de Cristo, llenos del Espíritu, están llamados a estar trabajando por la paz y la reconciliación. En todo lugar donde hay pena, dolor, odio y conflicto, el pueblo de Dios está llamado a traer perdón, consuelo, curación y compasión. En todos los lugares donde las personas son débiles y vulnerables, el pueblo de Dios está llamado a fortalecer y empoderarlos.

El don de Pentecostés es la inspiración y empoderamiento que necesitamos para convertirnos en aquellos que, como Cristo, buscan empoderar a otros. Es la fuerza para luchar contra la injusticia, la opresión y la explotación, y es la fuerza para aceptar los sacrificios que debemos hacer para servir a los más débiles y vulnerables entre nosotros.

El Espíritu de Pentecostés nos lleva de vuelta al mundo para involucrarnos en él y servirlo. Cuando estamos llenos del Espíritu, podemos encontrarnos llamados a trabajar con agencias gubernamentales, o desafiarlos. Podemos ser llamados para ayudar a las grandes empresas a servir y dar a las comunidades empobrecidas, o podemos ser llamados a oponernos a las prácticas comerciales desleales. Podemos ser llamados a trabajar con individuos y comunidades de base, o podemos ser llamados a trabajar para el cambio sistémico. Pero, en cada llamado, nos encontraremos fortalecidos por el Espíritu de Dios, nos encontraremos trabajando para reunir a personas diversas y a reconciliar a los que están separados, y nos encontraremos atraídos a comunidades de cuidado, compromiso y compasión.

En cada comunidad, en cada barrio y en cada iglesia el Espíritu de Dios busca capacitar a la gente a “hablar los lenguajes del otro”, a acoger y servir unos a otros y a trabajar juntos para servir y empoderar a aquellos que más necesitan la ayuda y la compasión.

Nos encontramos tratando de entender a los que son diferentes de nosotros, y nos encontramos extendiéndonos en compasión y servicio a aquellos que son marginados, excluidos, pobres, enfermos y rechazados. En lugar de conducirnos fuera del mundo, el Pentecostés nos impulsa a volver a él para proclamar y vivir el mensaje profético del reino de Dios, como lo hizo Cristo.

Que este domingo, el Espíritu de Pentecostés nos perturbe, nos desafíe y nos empodere mientras adoramos.

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